diumenge, 18 de maig del 2014

T-1. CÓDIGO DE HAMMURABI 

Ley 1: Si uno ha acusado y ha embrujado a otro y no puede justificarse, es pasible de muerte. Ley 2: Si uno embrujó a otro y no puede justificarse, el embrujado irá al río, se arrojará; si el río lo ahoga, el que lo ha embrujado heredará su casa; si el río lo absuelve y lo devuelve salvo, el brujo es pasible de muerte y el embrujado tomará su casa. Ley 3: Si uno en un proceso ha dado testimonio de cargo y no ha probado la palabra que dijo, si este proceso es por un crimen que podría acarrear la muerte, este hombre es pasible de muerte. Ley 4: Si se ha prestado un testimonio semejante en un proceso de trigo y plata, recibirá la pena de este proceso. Ley 5: Si un juez ha sentenciado en un proceso y dado un documento sellado (una tablilla) con su sentencia, y luego cambió su decisión, este juez será convicto de haber cambiado la sentencia que había dictado y pagará hasta 12 veces el reclamo que motivó el proceso y públicamente se le expulsará de su lugar en el tribunal y no participará más con los jueces en un proceso. Ley 6: Si uno robó el tesoro del dios o del palacio, recibirá la muerte y el que hubiere recibido de su mano el objeto robado, recibirá la muerte. Ley 7: Si uno compró o recibió en depósito, sin testigos ni contrato, oro, plata, esclavo varón o hembra, buey o carnero, asno o cualquier otra cosa, de manos de un hijo de otro o de un esclavo de otro, es asimilado a un ladrón y pasible de muerte. Ley 8: Si uno robó un buey, un carnero, un asno, un cerdo o una barca al dios o al palacio, si es la propiedad de un dios o de un palacio, devolverá hasta 30 veces, si es de un muskenun, devolverá hasta 10 veces. Si no puede cumplir, es pasible de muerte. Ley 9: Si uno que perdió algo lo encuentra en manos de otro, si aquel en cuya mano se encontró la cosa perdida dice: "Un vendedor me lo vendió y lo compré ante testigos"; y si el dueño del objeto perdido dice: "Traeré testigos que reconozcan mi cosa perdida", el comprador llevará al vendedor que le vendió y los testigos de la venta; y el dueño de la cosa perdida llevará los testigos que conozcan su objeto perdido; los jueces examinarán sus palabras. Y los testigos de la venta, y los testigos que conozcan la cosa perdida dirán ante el dios lo que sepan. El vendedor es un ladrón, será muerto. El dueño de la cosa perdida la recuperará. El comprador tomará en la casa del vendedor la plata que había pagado. Ley 10: Si el comprador no ha llevado al vendedor y los testigos de la venta; si el dueño de la cosa perdida ha llevado los testigos que conozcan su cosa perdida: El comprador es un ladrón, será muerto. El dueño de la cosa perdida la recuperará. Ley 11: Si el dueño de la cosa perdida no ha llevado los testigos que conozcan la cosa perdida: Es culpable, ha levantado calumnia, será muerto. Ley 12: Si el vendedor ha ido al destino (ha muerto), el comprador tomará hasta 5 veces en la casa del vendedor del objeto de la reclamación de este proceso. Ley 13: Si este hombre no tiene sus testigos cerca, los jueces fijarán un plazo de hasta 6 meses; si al sexto mes no ha traido sus testigos, es culpable y sufrirá el castigo de este proceso. Ley 14: Si uno robó el hijito de un hombre libre, será muerto. Ley 15: Si uno sacó un esclavo o esclava del palacio, un esclavo o esclava de un muskenum, será muerto. Ley 16: Si uno alberga en su casa un esclavo o esclava prófugos del palacio o de un muskenum, y no lo hace salir al requerimiento del mayordomo, el dueño de casa será muerto. Ley 17: Si uno capturó en el campo un esclavo o esclava prófugos y lo llevó a su dueño, el dueño del esclavo le dará dos siclos de plata. Ley 18: Si este esclavo se niega a dar el nombre de su amo, se lo llevará al palacio y su secreto será allí develado, y se lo devolverá al amo. Ley 19: Si uno guarda al esclavo en su casa y se lo encuentra en su poder, este hombre sufrirá la muerte. Ley 20: Si en esclavo se escapa de las manos de su captor, Baste lo jurará al amo del esclavo, y será libre de responsabilidad

T-2 LA POLIS

En los grupos sociales pequeños y más primitivos solía ser la naturaleza (que nos hace a unos fuertes y a otros débiles, a unos lentos y a otros rápidos, etc..) la que determinaba la jerarquía política; en las sociedades mayores fue la teología la que sirvió para justificar la existencia de castas diferentes entre los miembros del conjunto. La naturaleza, los dioses: ni con la una ni con los otros es fácil discutir, porque no suelen admitir objeciones. Los griegos, por supuesto, se sometieron también en sus comienzos a este mismo tipo de autoridades inapelables. También los griegos se daban cuenta, como cualquiera, de las enormes diferencias naturales o heredadas que se dan entre los hombres. 

Pero poco a poco se les empezó a ocurrir una idea algo rara: los individuos se parecen entre sí más allá de sus diferencias, porque todos hablan, todos pueden pensar sobre lo que quieren o lo que les conviene, todos son capaces de inventar algo o de rechazar algo inventado por otro... explicando por qué lo inventan o por qué lo rechazan. Los griegos sintieron pasión por lo humano, por sus capacidades, por su energía constructiva (¡y destructora!), por su astucia y sus virtudes... hasta por sus vicios. Otros pueblos se pasmaron ante los prodigios de la naturaleza o cantaron la gloria misteriosa de los dioses; pero Sófocles resumió la opinión de sus compatriotas al escribir en una de sus tragedias: «De todas las cosas dignas de admiración que hay en el mundo, ninguna es tan admirable como el hombre.» Por ello, los griegos inventaron la polis, la comunidad ciudadana en cuyo espacio artificial, antropocéntrico, no gobierna la necesidad de la naturaleza ni la voluntad enigmática de los dioses, sino la libertad de los hombres, es decir: su capacidad de razonar, de discutir, de elegir y de revocar dirigentes, de crear problemas y de plantear soluciones. El nombre por el que ahora conocemos ese invento griego, el más revolucionario políticamente hablando que nunca se haya dado en la historia humana, es democracia.

 T-3 LA DEMOCRACIA EN GRECIA 

Etimológicamente, democracia -por oposición a aristocracia, que es dejar las decisiones a los nobles, a los ricos, a los iniciados, en una palabra, a los "poderosos"- significa "poder del demos", del pueblo, de las gentes sencillas. Sin embargo, en el Ática, pasa a significar muy pronto, generalmente, que la dirección de los negocios públicos concierne a todos y a cada uno de los ciudadanos, sean ricos o pobres, sean o no "de ilustre cuna, que todos son en adelante iguales a los ojos de la ley y que el regir la sociedad, en cualquier nivel, ya no es patrimonio de ningún privilegiado. Ciertamente, esta idea de igualdad entre los ciudadanos no es nueva: en Esparta, ciudad aristocrática si las hubo, los ciudadanos se llaman, precisamente, los "iguales"; pero, en comparación con el total de habitantes, su número es escasísimo. En Atenas, cuando triunfan las últimas reformas de Efialtes y de Pericles, la victoria de la democracia quiere decir que empieza a considerarse ciudadanos "por entero", aptos para ser "legisladores y súbditos", a todos los habitantes masculinos del Ática, nacidos de padres atenienses, inscritos conforme a las normas en los registros municipales, nacidos de padres atenienses, inscritos conforme a las normas en los registros municipales y que hayan cumplido sus obligaciones militares (lo cual representa -notémoslo para evitar toda anacrónica asimilación con las democracias modernas- unas treinta o cuarenta mil personas de una población que, sumados los "metecos" -extranjeros residentes y protegidos- y los esclavos, se acercaba a las cuatrocientas mil almas). Sabido es que, en la Atenas clásica, la soberanía la ejerce el pueblo reunido en asamblea, formando la Ecclesia

Cuando Pericles hubo quitado todos sus poderes políticos al ancestral colegio del del Areópago, último reducto del "antiguo régimen", la "Asamblea principal" reinó todopoderosa. A tenor de la ley, cada año ha de reunirse por lo menos cuatro veces por pritanía, es decir, un mínimo de cuarenta veces. Ella entiende en todos los asuntos públicos y en los privados que interesan a la colectividad. Allí participan, allí ponen leyes, allí toman la palabra todos los ciudadanos que quieran hacerlo. Ella tiene por cometido no solamente dictar decretos y cuanto constitutuye las funciones que nosotros llamamos "legislativas", sino también designar a los magistrados, controlar su gestión, velar por el aprovisionamiento y la defensa del país, dirigir las actividades diplomáticas, decidir la paz o la guerra, elegir a los ciudadanos que acaudillarán los ejércitos. Las decisiones se toman por mayoría una vez que cada partido o cada opinante individual han hecho valer libremente sus argumentos. En el intervalo de sus sesiones, los asuntos ordinarios y los problemas que urge resolver son despachados por la Boulé, el Consejo, organismo de quinientos miembros elegidos a suertes a razón de cincuenta por tribu y que es como una imagen reducida de la Asamblea popular. Le incumbe al Consejo la preparación de las reuniones de la Ecclesia y el deliberar, con miras a un informe previo, sobre el orden del día de aquella. Los atenienses se preocupan tanto de no dejar que algún individuo se alce con el poder y se les imponga como tirano que ni siquiera la mesa del Consejo está constituida permanentemente por unos mismos personajes, sino que dicho organismo lo van tomando, por turno, representantes de cada tribu que ocupan el puesto durante una décima parte del año, y hasta el presidente -el pritano epístata-, que es en cierto modo el primer prohombre de la Ciudad, es designado diariamente por sorteo y sólo puede desempeñar el cargo una vez.

T-4 ÉTICA Y POLÍTICA

 ¿Te acuerdas de lo que decíamos en la Ética para Amador que constituye la diferencia fundamental entre la actitud ética y la actitud política? Las dos son formas de considerar lo que uno va a hacer (es decir, el empleo que vamos a darle a nuestra libertad), pero la ética es ante todo una perspectiva personal, que cada individuo toma atendiendo solamente a lo que es mejor para su buena vida en un momento determinado y sin esperar a convencer a todos los demás de que es así como resulta mejor y más satisfactoriamente humano vivir. En la ética puede decirse que lo que vale es estar de acuerdo con uno mismo y tener el inteligente coraje de actuar en consecuencia, aquí y ahora: no valen aplazamientos cuando se trata de lo que ya nos conviene, que la vida es corta y no se puede andar dejando siempre lo bueno para mañana... 

En cambio, la actitud política busca otro tipo de acuerdo, el acuerdo con los demás, la coordinación, la organización entre muchos de lo que afecta a muchos. Cuando pienso moralmente no tengo que convencerme más que a mí; en política, es imprescindible que convenza o me deje convencer por otros. Y como en cuestiones políticas no sólo se trata de mi vida, sino de la armonía en acción de mi vida con otras muchas, el tiempo de la política tiene mayor extensión: no sólo cuenta el deslumbramiento inaplazable del ahora sino también períodos más largos, el planeamiento de lo que va a ser el mañana, ese mañana en el que quizá yo ya no esté pero en el que aún vivirán los que yo quiero y donde aún puede durar lo que yo he amado. 

Fernando Savater  

T-5 SOBRE VÍNCULOS POLÍTICOS 

Lo malo de la pertenencia incondicional a una comunidad es que el afán de sentirse unido a los demás haga aparecer como "naturales" los vínculos políticos (siempre convencionales y por tanto revocables) que nos unen a los otros. O sea: es natural (deriva de nuestra condición de seres hablantes y pensantes) que los hombres vivamos en sociedad; pero la forma concreta de esa sociedad, sus leyes, sus fronteras, etc., nunca es natural. Siempre es una obra de arte y convención humana. Los grupos humanos más primitivos suelen atribuirse a sí mismos nombres que equivalen a "los Hombres" o "la Gente". Dan así por sentado que los miembros de la tribu son los únicos verdaderamente humanos, que por tanto su asociación no es fruto de azares y pactos dictados por las circunstancias sino una consecuencia directa del Orden inamovible del universo: entre los "verdaderos" hombres ya no hay modos y modas aleatorios, mejorables o desechables, sino que todo es de una vez por todas como debe ser. Esta mentalidad no es tan lejana a la que podemos tener en grupos históricamente más evolucionados. También los países modernos (a pesar de ser bastante respetuosos con el progreso, las revoluciones, los descubrimientos científicos, etc...) suelen creer que sus fronteras, su forma de vida, sus prejuicios y sus instituciones son algo casi "sagrado", la expresión de lo que la esencia humana (o por lo menos la esencia de los "nuestros" que toman parte del grupo, los más humanos de los humanos) verdaderamente representan como su más alto cumplimiento. Aceptar que hay muchas maneras de ser hombre -y todas igual de "humanas" unas que otras- es cosa difícil por lo visto.
 F.Savater. 

T-6 LA ISONOMÍA 

 ¿Isonomía? ¿La misma ley para todos? ¿Igualdad política? Ya te estoy oyendo protestar. ¡Cómo iba a ser verdadera esa igualdad, si tenían esclavos! En efecto, los esclavos no participaban en la vida política griega. Ni tampoco las mujeres (que, por cierto, tuvieron que esperar nada menos que veintiséis siglos, hasta ayer como quien dice, para tener plenos derechos políticos... salvo en los países islámicos, donde siguen esperando). 

Tienes razón en tu protesta, pero no olvides que desde aquella lejana Grecia han pasado muchos cientos de años y se han revisado muchas creencias. Los pioneros atenienses nunca sostuvieron que todos los seres humanos tienen derechos políticos iguales: lo que inventaron y establecieron es que todos los ciudadanos atenienses tenían derechos políticos iguales. Y sabían que no todo el mundo era ciudadano ateniense:había que ser varón, de cierta edad, no esclavo, nacido en la polis,etc.. Pero todos los que reunían esos requisitos eran políticamente iguales. Te aseguro que el cambio de mentalidad ya es bastante revolucionario para lo que entonces había en Persia, Egipto,China o en el México de los aztecas. Lo de que todos los seres humanos somos iguales(al menos ante Dios) vino más tarde, por influencia de los estoicos, epicúreos, cínicos,cristianos y otras sectas subversivas. Aun así, tuvieron que pasar casi dos mil años para que se aboliera la esclavitud, para que las mujeres pudiesen votar y ser elegidas para cargos gubernamentales, para que una asamblea mundial de naciones aprobara una declaración universal de derechos humanos. Si aquellos viejos griegos no hubiesen dado el primer paso, el decisivo, probablemente ahora tú no te indignarías ante las desigualdades que consintieron en su polis...¡ni ante las que aún se dan entre nosotros,tanto tiempo después! --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Fernando Savater

dimecres, 2 maig de 2012

dilluns, 14 d’abril del 2014











TEMAS PROPUESTOS POR LA COMISIÓN  PARA LA PAU

1. Hermenèutica pròpia de l’existencialisme de Beauvoir.
1.1. Lectura feminista de la dialèctica hegeliana de l’amo i de l’esclau: la dona
       com l’Altra en la societat patriarcal.
1.2. Concepte de subjecte situat.
1.3. Mètode regressiu-progressiu en l’anàlisi de la condició femenina.
2. Problematització de la categoria dona.
3. El factor cultural com a factor decisiu en l’anàlisi de les causes de l’opressió
    de la dona.
4. Educació i evolució col·lectives per a assolir l’autonomia de les dones
    i la reciprocitat de les relacions entre homes i dones.

SIMONE DE BEAUVOIR. EL SEGUNDO SEXO.

Introducción

  1. La autora y su texto

La escritura es un acto de compromiso político. La derrota de la Segunda República española y la emergencia nazi le hacen romper con la imagen del intelectual individualista, decisión vinculada a la Resistencia francesa contra la invasión alemana y a su relación amorosa con Jean-Paul Sartre. Filosofar será desde entonces cargar con la propuesta de Karl Marx: “hasta hoy los filósofos han interpretado el mundo, ahora deben transformarlo”.

El segundo sexo aparece en 1949, la autora no asume la denominación de “feminista”. En cualquier caso, su voluntad de investigar las condiciones históricas que hacen posible el concepto de lo femenino y, en consecuencia, de las formas de opresión de la mujer característica del patriarcado, le sitúan como la gran fundadora de los estudios filosóficos de género.

Sólo se declarará explícitamente integrada en el feminismo en los años setenta, siendo ya una anciana, cuando se haya convencido –en contra de lo que planteaba en El segundo sexo- que el socialismo no ha consumado sus promesas de liberación. No obstante, su entrega a los movimientos de liberación de la mujer, que surge paralelamente a otras corrientes de reclamación de derechos civiles propias de los años sesenta y setenta, no se limita a exigir la igualdad de derechos entre los sexos, pues cree que a partir del feminismo es posible alumbrar un proyecto de transformación global de la sociedad.

  1. El segundo sexo y la historia del feminismo

Las primeras teorías que plantean la crítica de la opresión de la mujer y la reivindicación de su emancipación son antiguas. Establezcamos una cronología.

-Siglo XVII. Poulain de la Barre fue un cartesiano, y por tanto racionalista, que apostó por la igualdad de las mujeres en base al principio del método cartesiano según el cual no debemos dejarnos guiar por prejuicios, sino por la luz de nuestra razón, única en la que podemos creer firmemente. Desde esta perspectiva, postergar a la mujer declarándola débil, estúpida o necesitada de protección, como nos ha hecho creer la tradición,  es dejarse llevar por prejuicios y mantenernos en la irracionalidad.

-La Ilustración. La reivindicación de la razón, del sujeto libre y autónomo o de la categoría del ciudadano son características del siglo XVIII, en el cual localizamos la ruptura definitiva con el modelo de pensamiento tradicional, que aún subsistía en el Antiguo Régimen, el cual nunca terminaba de asumir el principio de la igualdad de derechos entre los seres humanos. Curiosamente, la primera declaración de Derechos del Hombre, aparecida en los EEUU, tras la proclamación de la Independencia, proclama la igualdad “universal” de los derechos humanos sin incluir ni a los negros ni a las mujeres. En la Revolución Francesa, Olympe de Gouges reivindica la extensión a la mujer de la igualdad que el nuevo régimen consideró como exigible para todo ciudadano de la República. Terminó siendo guillotinada, pero importantes pensadores de tanto prestigio como Diderot o Voltaire terminaron encontrando incoherente hablar de derechos universales y excluir de los mismos a la mitad de la población.

-Las sufragistas del XIX. Se centraron en la lucha por la igualdad política. La Declaración de Séneca Falls, redactada en Nueva York en 1848,  exigía el derecho a voto. En Gran Bretaña, las sufragistas se hicieron célebres por el creativo estilo de sus reivindicaciones, que incluían huelgas de hambre. Consiguieron el voto en 1918. En España, gracias en gran medida al esfuerzo parlamentario de Clara Campoamor, la República lo aprobó en el 31. El derecho de la mujer al voto es universalmente reconocido en la Carta de los Derechos Humanos, promulgada en 1948.

-Años sesenta y setenta. El movimiento intensifica su inclinación a la investigación, incrementándose los estudios de género, los cuales consideran a Simone de Beauvoir y El segundo sexo como su clave fundacional. Además de criticar el patriarcado y el androcentrismo, se configura el concepto de “género”, que parte de la base de que lo masculino y lo femenino son constructos categoriales que cada sociedad y cada época hacen a su manera. Lo que legitima esta nueva ola del feminismo es la evidencia de que con la victoria sufragista no se acaba, ni mucho menos, la lucha de la mujer por la igualdad. Violencia de género, feminización de la pobreza, discriminación laboral y salarial, ausencia de paridad en tareas de cuidado... las viejas propuestas del feminismo siguen teniendo vigencia.  

  1. El segundo sexo ante la filosofía contemporánea

a.       El psicoanálisis

Sigmund Freud rompe en la segunda mitad del XIX con la tradición que definía al sujeto como “racional” y “consciente”. Estas son a sus ojos sólo pequeñas partes del sujeto, el cual se construye a partir de un vasto continente oscuro que Freud denomina “inconsciente” y que su método psicoanalítico se propuso investigar. A través de los sueños, los actos fallidos y otros elementos del inconsciente de los que podemos tener noticia, el psicoanálisis trata de curar a pacientes con enfermedades mentales. El gran problema es que la sociedad se construye a partir de la represión: los individuos debemos poner cortapisas a nuestros deseos continuamente, pues de lo contrario peligraría nuestra supervivencia y la de la propia sociedad. El exceso de represión, según Freud, genera neurosis.

Uno de los grandes descubrimientos de Freud es el Complejo de Edipo, según el cual los niños sienten un deseo erótico difuso hacia la madre que se complementa con el rechazo hacia el padre. La madurez llegará cuando interiorice la Ley Moral o Ley del Padre, la primera de las cuales es la prohibición del incesto. En las niñas, siempre según Freud, se manifiesta como un complejo de castración, pues sienten la ausencia de pene como una privación y una inferioridad.

De Beauvoir admira que el psicoanálisis descubriera que el sujeto era una realidad compleja y que la relación con nuestro cuerpo sea conflictiva y resulte decisiva para la configuración de la personalidad. Sin embargo, cree que comete dos errores graves. El primero es que, al reducir la importancia de la consciencia por concederle todo el peso al inconsciente, parece condenar nuestra libre voluntad, es decir, la capacidad para actuar intencionadamente, de tal manera que dejaríamos de ser libres para trazar proyectos y construir una vida a partir de la razón. La segunda es que Freud define la sexualidad femenina a partir de la masculina, es decir, si el niño tiene a Edipo, la mujer tiene la falta de pene, si el hombre tiene “algo”, lo que define a la mujer es la carencia de ese algo.

b.      El marxismo.

El pensamiento de Karl Marx, en la medida en que critica la ideología burguesa, cuestiona como el psicoanálisis la concepción del sujeto heredada de la modernidad. El hombre es para él un ser social e histórico, y sólo cobra sentido en el seno de un sistema productivo, es decir, que lo que es resulta de su acción económica. Su doctrina, el materialismo histórico, considera que cada época es un modo productivo sometido a la tensión entre clases sociales o, lo que es lo mismo, entre poseedores y desposeídos, entre explotadores y explotados. El capitalismo industrial que conoció a mediados del siglo XIX es el modo en que se enfrentan burguesía y proletariado. El triunfo final de la revolución proletaria desembocará, según Marx, en el socialismo.

De Beauvoir cree que el marxismo nos pone sobre la pista buena al centrar la mirada en el contexto socio-económico como clave para explicar la realidad de los individuos. Lo que Marx no consigue es completar el concepto de la lucha entre clases con el conflicto entre sexos. De Beauvoir piensa que el patriarcado y, por tanto, la hegemonía del hombre, nace con la propiedad privada, la cual es a su vez origen de instituciones como el matrimonio. Como izquierdista, simpatizaba con la idea de que la revolución socialista podía arrastrar a todos los sectores sociales oprimidos hacia la justicia. Sin embargo, la evidencia de que en la Unión Soviética no se estaba produciendo la emancipación real de las mujeres, que seguían recluidas en su función reproductora, le hizo pensar que el principio marxista de la revolución proletaria era insuficiente si no atendía a cuestiones como la necesidad del divorcio, los anticonceptivos o el aborto.

c.       El existencialismo

En El segundo sexo Simone De Beauvoir dice adoptar para sus análisis el enfoque del existencialismo, basado en el principio de Jean-Paul Sartre de que “la existencia precede a la esencia”. Lo que esto significa es que no podemos encontrar una esencia o naturaleza que nos defina a todos los humanos y que se encuentre en cada uno de nosotros previamente a nuestras decisiones. En realidad no somos nada antes de esas decisiones, somos lo que hacemos de nuestras propias vidas, somos el resultado de nuestras decisiones. Es esto lo que quiere decir Sartre con la idea de que “el hombre está condenado a ser libre”. Soy, sin poder excusarme en los demás o en las circunstancias, lo que resulta de mis elecciones, soy, antes que nada, un proyecto concebido por mí mismo. Por eso es característico del ser humano el sentimiento de la angustia moral, pues soy responsable de cada uno de mis actos y mi ser resulta de lo que a cada momento elijo.

 Esa soledad irremediable para decidir qué hacer con mi vida no se debe entender como aislacionismo. Muy al contrario, tenemos responsabilidades morales, debemos aceptar el compromiso con los demás y aceptar que nos vamos construyendo en medio de una realidad intersubjetiva. No puedo realizarme como ser libre pisoteando al mismo tiempo la libertad de los demás, mi libertad depende también de la de los demás.

El segundo sexo. Simone de Beauvoir.

  1. Introducción. La condición femenina, problema del texto.

¿Qué es una mujer? Esta pregunta aparentemente inútil y que parece requerir una respuesta obvia, arrastra todo el sentido de la obra en la medida en que lanza una duda radical sobre un contenido aparentemente fijado y no cuestionado durante siglos. La primera sospecha es si ese concepto no ha sido interesadamente acuñado a lo largo de la historia para obligar a los sujetos a comportarse en función del mismo. En otras palabras: el patriarcado ha decidido qué es –o mejor, qué debe ser “femenino”- y a partir de ahí las mujeres han tenido que someterse a ese ideal para ser reconocidas como miembros aceptables de su sexo y de la sociedad.

¿Es lo femenino una entidad biológica? De Beauvoir afirma que el hecho de tener útero no condiciona toda una serie de rasgos de comportamiento que, en realidad, son producto de aprendizaje en sociedad. Si realmente las mujeres tienden a ser pasivas, dependientes, emocionales o frívolas –tal y como se las define con aquello del “eterno femenino”-ello es consecuencia del rol que se les ha asignado en la sociedad, de igual manera que a los hombres se les exige racionalidad, autonomía o ambición. La autora advierte una contradicción en las definiciones biologicistas de los sexos: si realmente la condición de mujer se obtiene simplemente por hormonas, ¿por qué entonces se les dice a las mujeres que son más o menos femeninas?

En realidad, lo femenino es un mito que se ha ido configurando a lo largo de la historia y que en nuestro tiempo, afortunadamente, se está viniendo abajo. Desde niños, se nos enseña el rol que se ha decidido que corresponde a nuestro sexo, lo cual supone dos modelos distintos y separados de socialización, quedando la peor parte para las mujeres, pues deben asumir su posición inferior y dependiente.

  1. Metodología de investigación en El segundo sexo.

El trabajo de análisis e interpretación que lleva a cabo S.De Beauvoir se denomina “hermenéutica existencial”, y consta de dos fases: la regresiva y la progresiva, que corresponden a las dos partes en que se divide el libro.

En la primera fase descubre cómo se ha ido configurando la feminidad a lo largo de la historia. Advierte que la asimetría entre sexos presente en todas las sociedades se define a partir de la carencia femenina. Así, el hombre es sujeto, está atribuido de una serie de cualidades que descubrimos como “lo humano”; de tal forma, la mujer es el ser defectuoso, pues carece de tales cualidades. Si el hombre es lo Mismo, la mujer es lo Otro, si el hombre es sujeto, la mujer es alteridad. ¿Estaba efectivamente destinada la mujer a ser sometida? Es cierto que su condición de reproductora ha condicionado su lugar social a lo largo de la historia; lo que la autora no cree es que su fisiología le destinara necesariamente a ser dominada, ha sido así porque se ha decidido que sea así, pero hubiera podido ser de otra manera y, sobre todo, no tiene por qué seguir siéndolo.

Si en la fase regresiva, la autora analiza como desde el exterior se le han ido imponiendo sus circunstancias a la mujer, en la fase progresiva analiza más bien el interior, es decir, cómo las mujeres han ido asumiendo su situación y las posibilidades que tienen de modificarla.

  1. Crítica existencialista del determinismo biológico: el concepto de “sujeto situado” y de “cuerpo vivido”.

La filosofía existencialista asume que somos en tanto que establecemos proyectos, lo cual supone que nos construimos día a día a través de nuestras decisiones, pero también que si perdemos la capacidad de decidir nuestra vida se degrada. Beauvoir sabe muy bien que no siempre los espacios de decisión son los ideales. Estoy condicionado por el contexto en que vivo,  estoy “situado”, he venido con unos condicionantes biológicos a un mundo ya estructurado culturalmente. El contexto que históricamente ha ido forjando el varón degrada la existencia de las mujeres, pues merma su capacidad de decisión.

Este razonamiento es cómplice del que, a partir del concepto de “cuerpo vivido”, rechaza el determinismo biológico, el cual –como antes advertimos- se inviste de rigor científico para afirmar que la inferioridad histórica de la mujer está determinada por su biología. Se dice que la mujer es “débil”, pero no se nos aclara que lo fuerte y lo débil están en función del tipo de sociedad que ha ido configurando el patriarcado. La cuestión no es qué cosa es el cuerpo de una mujer, sino cómo ella lo vive. Es esa experiencia subjetiva del propio cuerpo lo que determina que la mujer esté o no sometida y que ella lo acepte. Y esa experiencia es inducida a través de un aprendizaje determinado por el contexto en el que nos socializamos. La mujer no está sometida porque sus supuestas limitaciones biológicas le hagan esclava, la sumisión de la mujer es un producto de la cultura.

  1. Los porqués de la sumisión. La dialéctica hegeliana del amo y el esclavo.

La posición del varón no es singular, es “la posición”, es decir, el lugar verdadera y objetivamente “humano”, ante el cual lo demás son alteridades y singularidades seguramente defectuosas. No hay pues visiones masculinas –como si hay una literatura femenina, por ejemplo-, pues lo humano se define a partir del varón, que sería lo Mismo, frente a la mujer y otros colectivos, que sería lo Otro.

Esta categorización es tomada de la filosofía de Hegel. En su dialéctica del amo y el esclavo, no se trata de que haya conflicto entre realidades opuestas, sino una posición hegemónica frente a otra subordinada. Si el hombre se define como sujeto porque niega tal cualidad a la mujer, ésta no acierta a definirse a sí misma, aceptando para sí la visión que de ella le ha otorgado el varón.

Hegel no aplicó su modelo al tema del género en clave feminista, pero sí inspira a  Beauvoir cuando explica que, históricamente, los esclavos han entregado su fuerza de trabajo a los amos después de haber sido reducidos a la fuerza. Sabemos que el amo necesita al esclavo, pero éste se acostumbra también a su situación de servidumbre, de manera que termina asumiendo que necesita ser protegido por el amo; de alguna forma, termina reconociéndole prestigio y autorizándole a ejercer el dominio.

Beauvoir traslada este análisis al conflicto de género. Las pesadas obligaciones reproductivas (pensemos en una maternidad casi permanente) apartarían a la mujer de las faenas de caza, lo que las alejaría del prestigio en las tribus. Plantea que el hombre obtiene prestigio en tanto que guerrero y conquistador, pero además protege a la mujer, lo cual le otorga un reconocimiento por parte de ella que él necesita: había nacido el patriarcado y la dominación de género. Las consecuencias se materializan durante milenios: la mujer queda relegada a una posición de dependencia económica de la que no se atreverá a huir, renunciando a su libertad para evitarse riesgos que en sociedades premodernas se vuelven intolerables. 

5. Historia de la sumisión de la mujer

Suponemos que, desde la prehistoria, la mayor energía y poder muscular del hombre le inclinaría a salir en busca de comida y ejercer como cazador, quedando la mujer especializada en las faenas de reproducción y cuidado. Integrado en la horda, el varón puede establecer proyectos que le afectan a él y también al grupo, puede ir más allá de su condición animal, posibilidad que queda vedada a la hembra. Así, el hombre descubre, crea instrumentos y obtiene de la mujer el reconocimiento que le permitirá sentirse sujeto; ésta por el contrario queda relegada a la faena de una maternidad que no ha sido elegida y que no compartirá con el varón.

Desde ese punto inicial, la historia determinará un paisaje de sometimiento y de falta de oportunidades para la mujer que abarcará todas las grandes civilizaciones. Es cierto que la revolución industrial incorporará masivamente a la mujer a las fábricas, debido a que la máquina anula las diferencias en cuanto a fuerza muscular. Sin embargo, la situación de las féminas en esas fábricas será precaria, condenándoselas a circunstancias de explotación más duras por parte de los patronos, y a la animadversión en muchos casos de los hombres, que las verán como competidoras peligrosas. Además, la mujer trabajadora habrá de complementar su profesión con el trabajo de reproductora y cuidadora, lo que le hará aún más esclava de las circunstancias. La posibilidad de escapar de la dependencia sólo se vislumbra de verdad con la llegada de los métodos de anticoncepción, que les permitirá controlar su propio cuerpo y asumir entonces ya sí un papel económico protagonista.

Beauvoir emplea gran parte del espacio de El segundo sexo en investigar cómo los sistemas de aprendizaje y socialización nos confinan desde niños a un rol sexual pre-decidido por el sistema patriarcal. Mientras que a los varones se les educa en la acción y el riesgo, incluso en la práctica de la violencia; a las niñas se les inocula la convicción de que deben ser “objeto”. Por eso, con la pubertad, el cuerpo de la niña pasa a ser objeto de deseo, de ahí que se le inculque el pudor, lo cual tiene su peor concreción en la vergüenza por la menstruación. Asimismo, el lugar de lo erótico también será asimétrica: se afirma públicamente en los chicos, a los que se exige la iniciativa y el riesgo, y se hace clandestino en las chicas, que han de aceptar su pasividad. Detrás de esta carga tan desagradable está, por supuesto, el miedo al embarazo, de ahí que Beauvoir subraye tan insistentemente la importancia de la anticoncepción.

La autora analiza también las formas arrinconadas como “no normales” de vivir la sexualidad. Niega que la homosexualidad sea un destino biológico, pero tampoco acepta su condición perversa, simplemente es una opción elegida libremente y que la sociedad debe dejar de rechazar. Asimismo denuncia la costumbre de encasillar a hombres y mujeres en determinada suerte de comportamiento, lo que conlleva que comportamientos poco pudorosos o algo agresivos en algunas mujeres sean socialmente castigados; lo cual vale igual para aquellos varones que desarrollan tareas propias de mujeres o exhiben demasiado su emocionalidad. Surge de aquí un concepto que ha hecho fortuna en el mundo moderno: la mujer-mujer. La coquetería, la docilidad, la debilidad... tales cualidades corresponden a esta versión del eterno femenino a la que, obviamente, Beauvoir se enfrenta.

  1. Hacia una sociedad sin patriarcado

Simone de Beauvoir es fiel a la vieja propuesta de Karl Marx: “hasta hoy los filósofos han intepretado el mundo, ahora deben ayudar a transformarlo”. La lectura de El segundo sexo no puede concluir sin que su análisis contemple las propuestas de la autora para la consecución de una sociedad emancipada. La mujer sólo alcanzará su autonomía en tanto que logre la conciliación del trabajo reproductivo con el productivo. Autonomía económica sin discriminación laboral ni salarial, libertad sexual, control sobre el propio cuerpo a través de la anticoncepción, reparto equitativo de las tareas de cuidado... Todas estas propuestas serán inútiles si no se establece un programa educativo basado en la igualdad entre hombres y mujeres, lo cual involucra de forma decisiva el concepto de “coeducación”, un sistema de enseñanza mixto en el cual se garantice y fomente las relaciones de igualdad entre los géneros.

En el tiempo en que escribió El segundo sexo, Simone de Beauvoir unía la viabilidad de sus propuestas al éxito del socialismo. La puesta en duda de dicho éxito no cambia el sentido de las propuestas, de ahí que hoy en día, el movimiento de reivindicación de los derechos de la mujer sea plenamente autónomo y siga teniendo en el texto de Beauvoir su libro de cabecera.

Ya sabemos qué es una mujer. Si llegar a serlo supone construir personas sin autonomía y desprovistas de la condición de sujeto, el objetivo del sistema educativo y de las nuevas formas de socialización de las comunidades emancipadas habrá de ser no llegar a ser nunca una “mujer”. Sólo entonces será posible una sociedad mejor, tanto para hombres como para mujeres.