divendres, 30 d’octubre del 2020

PROCEDIMIENTO PARA COMENTAR EL TEXTO


 La mayoría de vosotros ya comentasteis textos conmigo el curso pasado. Aplicábamos un esquema muy concreto (tema, tesis, argumentos). No es preciso que reproduzcamos mecánicamente ese esquema en 2º. Me conformo con que tengáis claro que el comentario debe establecer un planteamiento general, donde se informa con sucintamente de cuál es la cuestión en torno a la cual gira el texto y cuál es a grandes rasgos la posición del autor, es decir, de qué nos quiere convencer o cómo responde él al problema planteado. Lo que harás después en tu escrito es explicar cómo ha ido estructurando sus argumentos. Cuentas con una ventaja que no tenías el curso pasado, en el que apenas disponías de una documentación básica y, sobre todo, no sabías nada del autor, por lo que entrabas “a pelo” a analizar el texto. Ahora sabes a qué autor y a que texto corresponde el fragmento que tienes delante, lo cual te permite entender mucho mejor su mensaje, pues conoces bien el pensamiento de dicho autor 

 ALERTA!!!! El coordinador de la Facultad, que es quien pone el examen EBAU y quien establece los criterios de corrección, nos insiste a menudo en que el texto no debe ser un “pretexto”, es decir, una excusa, para que el alumno vuelque todos sus conocimientos aprendidos de Platón. Eso se hace en la redacción, en el comentario hay que demostrar que uno sabe leer y analizar textos. Eso no significa que hayamos de caer en el error justamente opuesto, es decir, analizar el texto como si no conociéramos nada del autor. Tú debes analizar el texto ayudándote de tus conocimientos sobre Platón para entenderlo y explicarlo mejor, pero es un comentario de un texto concreto, no una redacción a propósito de ese texto.

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 TEXTO -¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber cambiado y que les compadecería a ellos? -Efectivamente. –Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar, basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquéllos, o bien que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente “trabajar la tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio” o sufrir cualquier otro destino antes de vivir en aquel mundo de lo opinable? -Eso es lo que creo yo –dijo- que preferiría cualquier otro destino antes de aquella vida. -Ahora fíjate en esto –dije: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja súbitamente la luz del sol? –Ciertamente –dijo. -Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado todavía los ojos, ve con dificultad –y no sería muy corto el tiempo que necesitara para acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante ascensión? ¿Y no matarían, si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien intentara desatarles y hacerles subir? -Claro que sí –dijo. 


 COMENTARIO (OJO, leemos primer el texto con detenimiento y tratamos de ubicarlo, o sea, saber de que parte del libro se extrae. No es lo mismo el libro VI, que habla sobre la idea de Bien y el símil de la línea, que el VII, donde todo gira en torno al mito de la caverna. Debe subrayar, recuadrar, tomar notas, emborronar el texto todo lo que sea necesario, pues eso es señal de que estás haciendo un exhaustivo trabajo de análisis) 

(Presento el comentario) Nos encontramos ante un fragmento perteneciente a la obra cumbre del gran filósofo griego Platón, “La República”. Pertenece al Libro VII, donde nos relata el mito de la caverna. Es un texto dialógico, en el cual el maestro mayéutico, personalizado por Sócrates, intenta sacar a la luz los conocimientos que su alumno, Glaucón, ha olvidado. 

 (Planteamiento) El fragmento gira en torno a la cuestión de la ignorancia en Atenas, aquí reflejada en forma de metáfora como una caverna. Lo que Platón nos intenta hacer ver es la dificultad que el hombre sabio, ese que ya ha accedido a la luz del conocimiento, encuentra cuando intenta compartir esa luz con sus conciudadanos. 

 (Estructura argumental) El texto empieza situándonos en el momento en que el prisionero liberado ya ha abandonado a sus antiguos compañeros. Sócrates se dirige a Glaucón con una pregunta,” ¿y qué?”, procedimiento habitual en el diálogo mayéutico porque Platón entiende que es el propio alumno el que ha de ir deslizando sus creencias hacia la verdad, sin que ésta le sea enunciada directa y explícitamente por el maestro. 

Hace un uso irónico de la palabra “ciencia” para hacernos ver que el tipo de conocimiento que allá se tenía era en realidad falso, un conocimiento de sombras propiciado por la manipulación de los sofistas, personificados en la narración como titiriteros. Se le presentan dos sentimientos. Por una parte se siente feliz porque se ha abierto a la luz de lo verdadero, dejando atrás el mundo falso en el que anteriormente creía. Por otra parte, siente compasión de quienes permanecen entre sombras. En su siguiente intervención, mientras el alumno se limita a asentir, Sócrates vuelve a hacer uso del estilo de pregunta. Su intención es que el alumno aprecie en su totalidad el tipo de escena ficticia que han creado los titiriteros para los encadenados. Entre ellos, habrá quienes destaquen más por su facilidad para prever qué nueva sombra va a aparecer a cada momento en la pared, de manera que habrá quienes obtengan la admiración de los compañeros. Obviamente, se refiere al ágora, donde hay ciudadanos que, viviendo entre opiniones, tal y como lo plantea la lógica impuesta por los sofistas, obtienen un éxito que no responde al conocimiento verdadero sino a la pura retórica y el culto a las opiniones. 

En ese momento recurre el escritor a la cultura literaria griega, la homérica, refiriéndose a ese hombre que prefiere la peor vida imaginable antes que seguir habitando el reino de las sombras. En el tercer párrafo, y sin abandonar el formato pregunta, nos invita a pensar que el liberado, movido por la compasión, decide regresar a la estancia oscura para rescatar a sus compañeros. En ese momento, las mismas chiribitas que le llenaron la visión cuando fue deslumbrado por el sol una vez fugado de la caverna, le aparecerán por lo que supone pasar de la luz a un reino basado en sombras. Lo que intenta hacernos ver es que quienes han vislumbrado la idea de Bien, corren el riesgo, cuando vuelven al ágora desde la Academia, de no parecer especialmente hábiles para tratar con los asuntos mundanos con los que trata comúnmente la gente de la polis. 

 En la conclusión del fragmento, el maestro profundiza en esta idea. Al volver a mirar sombras, el hecho de haber contemplado ya el sol, cosa que desconocen los demás, puede llegar a parecerles torpe, con lo cual los demás pueden empezar a pensar que ha enloquecido y que lo peor que pueden hacer es imitar su conducta. Como ese hombre se empeña en liberar a los demás para que salgan con él, es posible que incluso sea asesinado. Es evidente que ese hombre es un símil del maestro Sócrates, que fue condenado a muerte por la Asamblea ateniense, manipulada por los sofistas, que temían que Sócrates desenmascarase el peligroso juego con el que habían logrado intoxicar a la ciudadanía ateniense.

dilluns, 26 d’octubre del 2020

PLATÓN. LA IDEA DE BIEN


 

La idea de Bien o, como lo dice en "La República", lo Bueno en sí, es la cima del sistema filosófico de Platón.

Siguiendo la teoría de la Mímesis, podríamos decir que todos los seres, los sensibles y los inteligibles, imitan esa idea. Así, el alfarero intenta hacer "buenas" vasijas, el profesor intenta dar buenas clases de filosofía, el geómetra intenta dibujar el triángulo perfecto... el problema es que la realidad material solo puede aproximarse a la perfección de la idea, que es por definición inmaterial. El Bien alcanza así el máximo de idealidad, abstracción y verdad, de ahí que su luz otorgue sentido al conjunto de la realidad del universo.

Es importante no confundir este concepto con la divinidad propia de las religiones monoteístas, que por cierto no llegan a Europa hasta muchos siglos después de la civilización griega, cuyo contexto espiritual es politeísta. Es cierto que algunos teólogos de la Edad Media, admiradores de la brillantez filosófica de Platón y Aristóteles, llegaron a identificar la suprema perfección de la Idea de Bien con Dios. Pero esta asociación es muy forzada. El Bien platónico es una realidad suprema pero intelectual. El Bien es, como el sol en el mundo sensible, "padre" o responsable de las cosas del universo,
pero no en el sentido del creacionismo propio de las culturas mosaicas, es decir, el judaísmo o el cristianismo. Dios o Yahvé, como después Alá, exigen obediencia y amor, el Bien platónico reclama el esfuerzo del conocimiento.

 La lógica de los antiguos griegos es, pues, radicalmente diferente de la medieval, aunque es cierto que la división drástica entre un mundo espiritual y superior y otro sensible, efímero e inferior puede propiciar el paralelismo. Pero, ¿qué es el Bien? En primer lugar el Bien supone el nivel máximo de realidad, su estatus ontológico es supremo. De igual manera que las cosas materiales imitan a las ideas, las ideas imitan la idea de Bien. Si las ideas son perfectas es porque imitan al Bien; de igual manera, lo que un objeto físico tenga de bueno se debe a que, imitando a las ideas, imita también en última instancia a la idea de Bien. Esta cumbre ontológica o de realidad que define al Bien se corresponde con la epistemológica: conocemos las demás ideas y, por tanto, entendemos la totalidad del universo cuando conocemos el Bien, al cual no se puede acceder a través de los sentidos o de la doxa, sino de la ciencia filosófica suprema, la dialéctica.

El Bien tiene además una especial relevancia ética. Si quiero encauzar adecuadamente mi vida debo conocerlo, de lo contrario viviré desorientado o, lo que es peor, manipulado por los sofistas. A través de la rectitud moral mi alma alcanzará la sabiduría que necesito para ir por la vida distinguiendo lo bueno y lo malo. Esta lógica se aplica igualmente al político, que necesita aprender dialéctica para distinguir entre el gobierno justo y el injusto, lo cual le permitirá decidir siempre aquello que sea mejor para el conjunto de la polis. Solo desde esa idea de virtud es posible llegar a la verdadera felicidad. A modo de conclusión, podemos decir que el Bien fundamenta la mímesis que atraviesa la Teoría de las Ideas. Él es el horizonte, la luz final hacia la que tienden todas las cosas. Tanto la región visible como la inteligible apuntan a él. Por eso explica Platón que en la escalera mayéutica, desde la que se asciende en la Academia hasta el conocimiento filosófico o dialéctico, el Bien es el verdadero objetivo, pues nos permite vislumbrar la totalidad de lo real. Esa perfección del Bien solo puede alcanzarse de forma imperfecta en el mundo sensible.