dilluns, 7 d’octubre del 2019

COMENTAR UN TEXTO

El comentario de texto es -podríamos decir- una ciencia, pero no una ciencia exacta. Como en todo saber de la razón, no cualquier opinión es verdadera. Esto supone que podemos interpretar bien y podemos interpretar mal un texto, luego no vale cualquier cosa que a uno le parezca ni se trata de ofrecer una “opinión”. Ahora bien, la manera en que expresamos los resultados de nuestro análisis puede variar en distintos analistas y, sin embargo, ser igualmente correctos. Voy a exponer un procedimiento recomendable. Recuerda que se trata de analizar, pero también de comentar. No solo hay que dar cuentas al modo de resumen de lo que a grades rasgos dice el autor, tampoco hay que limitarse a parafrasear, o sea, a escribir lo que dice el autor sin explicarlo. Se trata de añadir el comentario al análisis, es decir, hay que tener clara cuál es la estructura argumental del texto y detectar los recursos de todo tipo que el autor utiliza para convencernos de algo, pero también hay que explicar, profundizar en lo que el texto nos dice para saber exactamente qué quiere decir y en qué sentido lo afirma.

1. Lee el texto atentamente intentando hacerte una primera idea de qué pretende demostrar.

2. Vuelve a leerlo. Ahora ya debes llenarlo de subrayados anotaciones, flechas y signos de todo tipo que te facilitarán después el comentario redactado.

3. Con la mayor brevedad posible, a lo mejor una línea tan solo o incluso dos palabras o hasta una, expresa el asunto que se trata. Aquí no has de comprometerte con una tesis fuerte, simplemente expresa de qué va el escrito, sobre qué cuestión diserta.

4. A continuación expresas la idea central, aquella visión u opinión de la cual el autor intenta convencernos. Es lo que llamamos la tesis, que conviene no confundir con el tema. Si un autor afirma que las mujeres son inferiores, eso es una tesis, no un tema. El tema en todo caso sería “las mujeres” o “la comparación entre hombres y mujeres”, pero sin contener nunca ya la opinión del autor, pues sobre el mismo tema otro autor puede tener una opinión completamente distinta. La tesis no responde a “¿de qué va el texto?”, sino más bien “¿qué intenta demostrar?” o, si lo prefieres, “¿de qué pretende convencerme?”. Exprésalo a ser posible con una frase breve y concisa, a ser posible sin mezclar explicaciones ni argumentos. La tesis tiende a ser una afirmación, los argumentos van después.

5. Empieza a estructurar la argumentación. Un comentarista puede encontrar dos argumentos y otro, en el mismo texto, encontrar cuatro, y aún así estar ambos bien. No me preocupa el número de argumentos, sino si uno es capaz de entender el texto y detectar todos los recursos de los que se sirve. No es imprescindible poner en plan telegrama los argumentos con sus numeritos correspondientes, pero sí conviene, aunque sea a través del punto y aparte o cambio de párrafo, diferenciar argumentos. Tipos de argumento:

-el simple razonamiento subordinado a la tesis. Es una simple razón, un argumento sin más.
-el argumento de autoridad. Puede ser textual o citarse en estilo indirecto. Conviene no confundir el argumento de autoridad, entendido como referirse a alguien importante que supuestamente apoya al autor, con aquellos momentos en que el autor del texto se refiere a cierto personaje más o menos célebre para criticarlo o refutarlo. Si yo cito a Darwin para ir contra él no estamos ante un argumento de autoridad.
-Ejemplos
-Datos, cifras, fechas... todo aquello que el autor considera que le puede servir para apoyar su idea central.
-Ciertos recursos de escritura como metáforas, preguntas que se autocontestan, incluso el uso de la cursiva, negrita o subrayado.




ANÁLISIS/COMENTARIO DEL TEXTO 4. “LO QUE LAS COSAS SON”

El autor de este texto diserta sobre las características del pensamiento sofístico. (TEMA). Explica que su concepción es relativista, lo cual supone que, con la excepción de las leyes naturales que nos rigen a todos, nuestras “verdades” no son absolutas, pues dependen del punto de vista (TESIS)

Afirman los sofistas que nuestras normas, instituciones políticas o costumbres son producto de acuerdos, es decir, son convencionales. Lo que esto significa es que nuestra concepción de lo justo y lo injusto o de lo bueno y lo malo responde a una visión particular o subjetiva de la realidad. Pretendemos que nuestros valores morales tengan carácter universal, válido para todo ser humano, pero en realidad son el resultado de lo que nosotros mismos, o nuestros antepasados, han decidido que era bueno para nuestra comunidad particular. Esto supone que en otra comunidad el bien y el mal se entienden de forma distinta, de lo cual se deduce que es una estupidez pretender que ellos están equivocados. Podemos enriquecer este argumento con un ejemplo que no ofrece el texto. Cuentan que dos viajeros mostraron repugnancia cuando supieron que cierta tribu celebraba ritos funerarios comiéndose a los muertos. Esa misma repugnancia es la que exhibieron los ofendidos miembros de la tribu cuando los viajeros les hablaron de la posibilidad de inhumar o incinerar a los recién fallecidos. Además la imposibilidad del acuerdo universal, lo que el autor denomina “unanimidad”, no solo se da entre pueblos distintos, es que incluso entre dos individuos pertenecientes a la misma tribu hay discrepancias de opinión. (ARG.1)

El sometimiento de toda verdad humana al criterio relativista solo admite una excepción: la naturaleza. Los impulsos naturales, ajenos a los aprendizajes que vamos experimentando a la largo de nuestra vida y desde niños, tienden a ocultarse tras los ropajes de la civilización, pero subsisten siempre. Dos sofistas, Calicles y Trasímaco, a los que nombramos como argumento de autoridad, proponen observar a los animales y a los niños, pues en ellos subsisten los instintos básicos sin los disfraces morales que nos hemos creados los humanos adultos. A la pregunta que textualmente se formula -”¿qué es, pues, lo natural en el hombre?”- contesta refiriéndose a dos leyes básicas: la ley del placer o, si lo preferimos, del egoísmo, y la ley del más fuerte. La primera rige la vida de cada individuo, y supone que lo que buscamos por encima de cualquier otra cosa es satisfacer nuestros deseos y necesidades. Así, y por ayudar al autor del texto con algún ejemplo, diríamos que lo que el perro o el niño expresan con violencia, por ejemplo que tienen hambre o que desean apropiarse de un objeto determinado, nosotros lo buscamos con la misma intensidad porque es lo que nos exige nuestro impulso, pero lo ocultamos tras los valores aprendidos. En cuanto a la segunda ley, domina las relaciones entre seres, determinando que los más poderosos siempre gobernarán el mundo frente a los débiles, que es exactamente lo que ocurre en la naturaleza, como podemos ver en cualquiera de esos reportajes en que el león persigue y devora al ciervo. (ARG. 2)

Hay un último argumento, que podríamos entender como conclusión, en el cual el autor propone acabar con lo que él llama la “moral vigente”, que considera contraria a los principios naturales anteriormente enunciados. Dado que el autor no lo explica suficientemente, podemos entender que los valores que rigen una sociedad como la ateniense de la antigüedad o nuestra sociedad contemporánea, no se basan en la ley del egoísmo y la del más fuerte. Esto significa que la moral y la ley ponen trabas a la realización de los deseos humanos y que a menudo se le ponen trabas al más fuerte en su impulso de dominar y someter a los que son más débiles que él. La conclusión es que para los sofistas la ley humana adecuada sería aquella que imita a la naturaleza. (ARG.3)




divendres, 3 de maig del 2019

COMENTARIO SOBRE SIMONE DE BEAUVOIR


"Es decir, que el drama no se desarrolla sobre un plano sexual; la sexualidad, por otra parte, jamás se nos ha presentado como definidora de un destino, como portadora de la clave de las actitudes humanas, sino como expresión de la totalidad de una situación que contribuye a definir. La lucha de los sexos no está inmediatamente implicada en la anatomía del hombre y de la mujer. En verdad, cuando se la evoca, se da por supuesto que en el cielo intemporal de las Ideas se desarrolla una batalla entre esas esencias inciertas: el Eterno femenino y el Eterno masculino, y no se echa de ver que ese titánico combate reviste en la Tierra formas completamente diferentes correspondientes a momentos históricos distintos."




El texto que antecede pertenece al célebre ensayo de Simone de Beauvoir «El segundo sexo», en el cual se exponen las claves filosóficas del feminismo contemporáneo. El tema concreto sobre el que trata el fragmento es el conflicto entre los sexos. Su objetivo es rechazar los tópicos que explican ese conflicto desde la pura biología o desde el idealismo.

La autora empieza desactivando la explicación puramente «sexual», es decir, la que explica la disputa en base a razones biológicas. Desde esa perspectiva, varones y hembras estaríamos marcados por un destino que, desde las simples hormonas, determinaría nuestro comportamiento. Así, si lo masculino es agresivo, dominante, racional y conquistador, lo femenino es delicado, maternal, emocional y seductor... Y todo ello se explica, en esa teoría equivocada, únicamente por las gónadas. Como dice textualmente: «La lucha de los sexos no está inmediatamente implicada en la anatomía del hombre y de la mujer».

Esa teoría es aparentemente contraria a la que expone a continuación, la que entiende lo masculino y lo femenino como esencias intemporales. Esta concepción es la que llamamos «platónica» o «conceptualista». Considera los géneros como valores universales que se repiten a través del tiempo al modo de un ideal que no habría manera de cambiar. Las características que hemos apuntado y que definen al hombre como dominante y a la mujer como sumisa corresponderían entonces a valores colgados de un «cielo intemporal». Aparentemente, la posición idealista se opone a la biologicista, pero coinciden en algo: parecen creer que los roles diferenciados son nuestro destino, una realidad impuesta a la que no podemos resistirnos, siempre fue así y nunca dejará de serlo.

La frase final del texto, en la que ironiza sobre el «eterno femenino» y el «eterno masculino», marca la posición alternativa a las otras dos, la que defiende de Beauvoir a la largo de «El segundo sexo»: los géneros son en realidad una construcción histórico-cultural. A lo largo de la historia su relación ha ido experimentando transformaciones, esas relaciones han ido sometiendose a configuraciones distintas. Lo que intenta explicar la autora es que las relaciones de dominación articuladas por el patriarcado no son irremediables, responde a visiones que han ido imponiéndose sobre los sujetos como si no hubiera otras posibles... Pero sí las hay, de ahí que con «El segundo sexo» nos hallemos ante la primera obra del feminismo contemporáneo.

dilluns, 15 d’abril del 2019

REDACCIÓN SOBRE SIMONE DE BEAUVOIR


ATENCIÓN 2º DE BACHILLER. FILOSOFÍA. REDACCIÓN SOBRE S. DE BEAUVOIR

Debo recordarte que en el examen hay una pregunta de análisis de texto que vale un cuarto de la nota, otra con el mismo valor que está relacionada en parte con el texto, aunque requiere redactar para exponer conocimientos, y una tercera en la que sólo redactas y que tiene el doble de valor que cada una de las otras dos. El análisis de texto entiendo que en el caso de Beauvoir no requiere especial dificultad, aunque conviene que no haya términos característicos de su filosofía que nos dejen en blanco y no sepamos explicar en el comentario. La pregunta 2 depende sobre todo de tu estudio y de que no dejes que te sorprenda preguntándote por un concepto filosófico que no tienes bien documentado. El problema con SDB parece hallarse más en la redacción. La cuestión que te preocupa, por lo que me decís algunos, es que no acabáis de vertebrar el tema, como si no hubiera un cuerpo teórico rotundo como en el caso de Platón y Descartes. Yo sugeriría estudiar atentamente el dossier que os proporcioné en su día, además de algún anexo aclaratorio de dudas que os proporcionaré en breve. Eso y el esfuerzo de hacer redacciones antes del examen ayudará a que le perdáis el miedo a la autora. En cualquier caso conviene que no olvidéis que se trata de una filósofa de nuestro tiempo y que entendiendo bien algunos planteamientos básicos y conociendo los conceptos más propiamente beauvoirianos te  va a ser más fácil escribir sobre el tema porque a fin de cuentas se trata de hablar de cosas que has vivido de alguna forma y que tienen que ver con el mundo en el que hemos nacido.
Te propongo un posible título de redacción:





 SDB y la liberación de la mujer” (ATENCIÓN, EL ENFOQUE QUE YO HAGO, LOS TÉRMINOS EN LOS QUE VOY PLANTEANDO MI REDACCIÓN, NO ES EL ÚNICO POSIBLE, COMO TAMPOCO HAY UN SOLO ORDEN O SECUENCIA EN LA QUE PRESENTAR LOS ARGUMENTOS. LO QUE TENGO CLARO ES QUE ESTOY HABLANDO DE SIMONE DE BEAUVOIR Y QUE LO HAGO CONTESTANDO AL TEMA QUE EL TÍTULO DE LA REDACCIÓN ME EXIGE)

(introd.)
Simone de Beauvoir está considerada como la madre del discurso feminista contemporáneo. Su ensayo más célebre, “El segundo sexo”, clarifica muchos de los problemas que nos ayudan a entender la condición contemporánea y la evolución histórica del patriarcado y la problemática de género.

La cuestión en concreto que se nos plantea requiere una exposición amplia de los fundamentos del pensamiento beauvoireano, pues se trata de una cuestión central dentro de su obra.  Requiere echar un vistazo a la tradición filosófica que ha tratado históricamente la problemática de género, analizar las estructuras de dominación que han mantenido sometida a la mujer, la aportación de filosofías contemporáneas que –como Hegel o el existencialismo de Sartre- han echado luz sobre la cuestión de la libertad… Concluiremos refiriéndonos a las posibilidades de presente y futuro que respecto al proyecto de la igualdad sexual asocia la autora a la evolución de las sociedades desarrolladas de posguerra.

(Desarrollo)
Para empezar hemos de dejar claros los principios intelectuales desde los que se construye la visión beauvoireana. La autora piensa que lo que conocemos como historia de la humanidad es en realidad la historia de los hombres, es decir, que la visión hegemónica del mundo es en realidad androcéntrica, y que tiende a ocultar la evidencia de la dominación sexual. El objetivo de la obra de la autora, como advertimos en "El segundo sexo", es sacar a la luz esa realidad oculta, denunciando con ello el patriarcado. En segundo lugar es crucial asumir que lo que denominamos “feminidad” es en realidad el producto de una construcción histórica. En ese sentido, entendemos que la mujer no tiene un destino biológico ni está atada a un supuesto “eterno femenino” que le obliga a comportarse de una determinada manera, sino que, como esa forma ha sido inyectada en la educación patriarcal, ahora puede construir su propia identidad y convertirse en proyecto de sí misma.

La evidencia de la dominación de la mujer se encuentra ya en los remotos textos del racionalismo del XVII. Un cartesiano, Poullain de la Barre, ya proyectó un procedimiento de duda sobre prejuicios muy extendidos cuestionando la supuesta inferioridad intelectual de la mujer. Encontramos otra huella de feminismo remoto en la Ilustración, cuando Olympe de Gouges reclamó a los revolucionarios de 1789 que extendieran la Carta de Derechos a las mujeres, lo que convertiría aquella primera declaración de derechos humanos en auténticamente universal. Gran importancia en la historia de la liberación de las mujeres la tiene el célebre conflicto de las sufragistas, que exigieron en Gran Bretaña que se aceptara el voto femenino.

Claro que, en relación al problema de la liberación femenina, es preciso referirse a la influencia que sobre Simone de Beauvoir  ejercen de manera directa Hegel, con su tratamiento de la problemática del amo y el esclavo, Marx por la importancia del socialismo, y, finalmente, Sartre por lo que en relación al tema de la libertad incorpora su doctrina existencialista.

Hegel plantea que la relación entre el amo y el esclavo no es de pura dominación, no se trata sólo de la opresión que ejerce a la fuerza un déspota sobre una víctima. Hegel descubre que esa relación es más profunda y compleja, de manera que establece líneas secretas de complicidad. Así, el amo reconoce su prestigio en la autoridad que sus esclavos le aceptan como dueño, y éstos a su vez la refuerzan voluntariamente sometiéndose por comodidad a su situación. No es difícil establecer el paralelismo con la situación de la mujer respecto al hombre.

Respecto al socialismo, la posición de Simone de Beauvoir es compleja. La autora francesa se siente comprometida con las posturas de izquierda, y considera que la función de un intelectual es escribir para acabar con la desigualdad y transformar el mundo. Sin embargo, acusa a Marx de haber sometido la problemática del patriarcado en la crítica a la burguesía y el capitalismo. En otras palabras, Marx cree que la emancipación de la mujer será un efecto más de la revolución proletaria. El caso de la Unión Soviética, donde es evidente que la mujer sigue sometida y no se han roto las estructuras patriarcales, da a pensar a Beauvoir que el feminismo demanda planteamientos específicos, es decir, independientes del socialismo.

El existencialismo es probablemente la teoría que más influye en Beauvoir  en relación a la cuestión de la libertad. Afirma Jean- Paul Sartre que los seres humanos somos libertad, que lo único que no somos libres es de dejar de serlo. Su existencialismo niega que podamos definirnos por los universales o genéricos dentro de los cuales se encasilla la singularidad de nuestra vida. Somos proyecto, trascendencia… somos lo que elegimos a cada momento hacer con nuestras vidas. Simone de Beuvoir efectúa una apropiación en clave feminista de la concepción sartreana. La feminidad no es un destino irremediable, no vale como ideal platónico ni tampoco está inscrita en los genes al modo de una realidad biológica tan determinada y conclusa como la masculinidad. “El destino no está inscrito en las gónadas”, nos dice “El segundo sexo”. Hay una facticidad, desde luego, una estructura social dentro de la cual nacemos y que nos pone condiciones, pero cada mujer  y cada hombre tiene la posibilidad de saltar por encima de ella para construir su propia identidad y proyectar su vida. Es en ese sentido en el que somos trascendencia, y cada mujer vive su cuerpo y su feminidad como cree que debe vivirla, o incluso prescindir de ella en tanto que imposición social y vivir libremente su inalienable singularidad.

(Conclusión)
Todas estas influencias gravitan sobre el feminismo de Beauvoir, especialmente la existencialista, sobre la cual diseña su análisis hermenéutico para reinterpretar la historia del patriarcado y alumbrar las claves de la liberación. En nuestro tiempo, el desarrollo de los métodos conceptivos, la incorporación de la mujer al protagonismo productivo y la apertura política propia de los regímenes democráticos otorgan a la mujer la posibilidad de no ser víctima pasiva y cómplice del patriarcado como ha sido durante milenios. La mujer ya no tiene por qué ser lo Otro, la sombra de lo humano que durante años ha entregado todo el espacio de luz a los varones.  


dilluns, 4 de febrer del 2019

TEXTO DE DESCARTES PARA COMENTAR


En fin, si aún hay hombres que no están suficientemente persuadidos de la existencia de Dios y de su alma en virtud de las razones aducidas por mí, deseo que sepan que todas las otras cosas, sobre las cuales piensan estar seguros, como de tener un cuerpo, de la existencia de astros, de una tierra y cosas semejantes, son menos ciertas. Pues, aunque se tenga una seguridad moral de la existencia de tales cosas, que es tal que, a no ser que se peque de extravagancia, no se puede dudar de las mismas, sin embargo, a no ser que se peque de falta de razón, cuando se trata de una certeza metafísica, no se puede negar que sea razón suficiente para no estar enteramente seguro el haber constatado que es posible imaginarse de igual forma, estando dormido, que se tiene otro cuerpo, que se ven otros astros y otra tierra, sin que exista ninguno de tales seres. Pues ¿cómo podemos saber que los pensamientos tenidos en el sueño son más falsos que los otros, dado que frecuentemente no tienen vivacidad y claridad menor? Y aunque los ingenios más capaces estudien esta cuestión cuanto les plazca, no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta duda, si no presuponen la existencia de Dios. Pues, en primer lugar, incluso lo que anteriormente he considerado como una regla (a saber: que lo concebido clara y distintamente es verdadero) no es válido más que si Dios existe, es un ser perfecto y todo lo que hay en nosotros procede de él. De donde se sigue que nuestras ideas o nociones, siendo seres reales, que provienen de Dios, en todo aquello en lo que son claras y distintas, no pueden ser sino verdaderas. De modo que, si bien frecuentemente poseemos algunas que encierran falsedad, esto no puede provenir sino de aquellas en las que algo es confuso y oscuro, pues en esto participan de la nada, es decir, que no se dan en nosotros sino porque no somos totalmente perfectos. Es evidente que no existe una repugnancia menor en defender que la falsedad o la imperfección, en tanto que tal, procedan de Dios, que existe en defender que la verdad o perfección proceda de la nada.