dimecres, 13 de setembre del 2023

2º de CIENCIAS

T-1 LOS PRIMEROS SABIOS 

 “ La mayoría de los primeros filósofos creyeron tan sólo principios a aquellos que se dan bajo la forma de la materia; pues afirman que el elemento y principio primero de todas las cosas es aquel a partir del cual todas las cosas existen y llegan por primera vez al ser y en el que terminan por convertirse en su corrupción, subsistiendo la sustancia pero cambiando sus accidentes; porque tal naturaleza se conserva siempre..., pues es necesario que haya alguna sustancia natural, una o múltiple, de la que nazcan las demás, mientras ésta se conserva. Respecto al número y la forma de tal principio no todos están de acuerdo, sino que Tales, el iniciador de tal tipo de filosofía, dice que es el agua (por lo que manifestó que también la tierra está sobre el agua), tomando, tal vez, dicha suposición de la observación de que el alimento de todas las cosas es húmedo y que el calor mismo surge de éste y vive por éste (el principio de todas las cosas es aquello de donde nacen); de aquí dedujo su suposición y del hecho de que la semilla de todas las cosas tiene una naturaleza húmeda y el agua es el principio natural de las cosas húmedas”.

 ARISTÓTELES, Metafísica




 T- 2 HERÁCLITO


 “Este mundo, que es el mismo para todos, no ha sido creado por ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que fue siempre, es y será fuego eternamente vivo que se enciende según un orden regular y se apaga según un orden regular.” “No es posible meterse dos veces en el mismo río ni tocar dos veces una sustancia mortal en el mismo estado; a causa de la velocidad del movimiento todo se dispersa y se recompone de nuevo, todo viene y va.” “Dios es dia-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartura-hambre, (todos los opuestos, éste es su significado); cambia como el fuego, al que, cuando se mezcla con perfumes se denomina según la fragancia de cada uno de ellos”. “La auténtica naturaleza de las cosas suele estar oculta” . “La enfermedad hace a la salud agradable y buena, el hambre a la hartura, el cansancio al descanso”.

 Heráclito 


 

 T-3 PARMÉNIDES Y EL LOGOS 


Parménides de Elea (en griego Παρμενίδης ὁ Ἐλεάτης) fue un filósofo griego. Nació entre el 530 a. C. y el 515 a. C.* 1​ en la ciudad de Elea, colonia griega de Magna Grecia (sur de Italia). Parménides escribió una sola obra: un poema filosófico en verso épico del cual nos han llegado únicamente algunos fragmentos conservados en citas de otros autores.


 Los especialistas consideran que la integridad de lo que conservamos es notablemente mayor en comparación con lo que nos ha llegado de las obras de casi todos los restantes filósofos presocráticos, y por ello su doctrina puede ser reconstruida con mayor precisión. Por lo que podemos deducir a partir de los testimonios conservados, el poema de Parménides representa una revelación divina dividida en dos partes:

 • La vía de la verdad, donde se ocupa de «lo que es» o «ente», y expone varios argumentos que demuestran sus atributos: es ajeno a la generación y la corrupción y por lo tanto es inengendrado e indestructible, es lo único que verdaderamente existe —con lo que niega la existencia de la nada— es homogéneo, inmóvil y perfecto. 
 • La vía de las opiniones de los mortales, donde trata de asuntos como la constitución y ubicación de los astros, diversos fenómenos meteorológicos y geográficos, y el origen del hombre, construyendo una doctrina cosmológica completa. 

Mientras que el contenido de la vía de la opinión se asemeja a las especulaciones físicas de los pensadores anteriores, como los jonios y los pitagóricos, la vía de la verdad contiene una reflexión completamente nueva que modifica radicalmente el curso de la filosofía antigua: se considera que Zenón de Elea y Meliso de Samos aceptaron sus premisas y continuaron su pensamiento. Los físicos posteriores, como Empédocles, Anaxágoras y los atomistas, buscaron alternativas para superar la crisis en la que había sido arrojado el conocimiento de lo sensible. Incluso la sofística de Gorgias acusa una enorme influencia de Parménides en su forma argumentativa. Tanto la doctrina platónica de las formas como la metafísica aristotélica guardan una deuda incalculable con vía de la verdad de Parménides. Por esto es por lo que muchos filósofos y filólogos consideran que Parménides es el fundador de la metafísica occidental. Compite con Aristóteles por el título del "padre de la lógica" por emplear argumentos deductivos1​ y formular el principio lógico de identidad y de no contradicción.2​3​ ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------




 T-4 SÓCRATES En medio del ambiente que envolvió al movimiento sofista emerge el genio extraordinario de Sócrates, (469-399) figura que de manera indiscutida se transformará en inspiración y maestro de los más connotados filósofos griegos del llamado “Siglo de Oro” de la filosofía (s. V-IV a.C.). Dos puntos de contradicción surgen sobre la figura de Sócrates y que dan origen a lo que dentro de la academia se denomina “el problema socrático”. Tenemos por un lado que sus discípulos establecieron por escrito una serie de doctrinas que se le atribuyen, elevándolo hasta la exaltación, como es el caso de Platón en sus Diálogos. Jenofonte ve en Sócrates nada más que al ciudadano honorable y justo, en cambio, otros como Arisatófanes, lo caricaturizan. Lo cierto es que Sócrates ha ejercido a lo largo de la historia del pensamiento una influencia extraordinaria y ha sido elevado al nivel de símbolo para las generaciones venideras. 
  

 Por otro lado, frente a la pregunta ¿Quién fue Sócrates? no existen datos objetivos sobre su persona por cuanto no hay manuscritos del maestro. Sobre su doctrina no se puede afirmar con certeza nada. Su enseñanza se limitó a la exposición oral y por lo tanto se carece de elementos objetivos que garanticen la autenticidad histórica de su pensamiento. Los diálogos socráticos de Platón nos dejan en la inexactitud de saber cuáles de las doctrinas que pone Platón en la boca de Sócrates son propias y cuáles las de su maestro. Por su parte Jenofonte, que es otra fuente, no le atribuye ninguna doctrina y Arsitófanes lo ubica como un sofista y le atribuye algunas doctrinas de los presocráticos. Si Sócrates fue o no un personaje “real”, o fue acaso una creación mítico-literaria de Platón, no es un asunto de fácil solución. El punto es que sobre Sócrates, no hay “documentos” sino “interpretaciones” y la cuestión de su precisión histórica será siempre un tema abierto. Sin embargo, los estudiosos hoy día han establecido un criterio conocido como “perspectiva del antes y después de Sócrates” y que viene de alguna manera a remediar las investigaciones socráticas en crisis. 


De acuerdo a esta perspectiva, resulta de mayor probabilidad referir a Sócrates las doctrinas que la cultura griega recibe cuando Sócrates ejerce su enseñanza en Atenas, antes que la elección de las diversas fuentes que existen. Desde este punto de vista, la filosofía socrática adquiere un nuevo vigor y un notable influjo en el desarrollo del pensamiento griego. De la acumulación de los “materiales históricos” que se conservan en la tradición filosófica occidental respecto a Sócrates, podemos extraer algunos datos que nos permitan sistematizar las principales ideas en torno a la filosofía socrática. Sócrates es uno de los creadores de la gran tradición filosófica occidental y es como el paradigma ideal del quehacer filosófico. 


Nació en Atenas alrededor del 470 a.C., su padre, Sofronisco, fue un escultor y su madre, Fenárates, desempeñaba el oficio de partera. Dos actividades, que combinadas servirán más tarde para decir que Sócrates esculpió el carácter de los jóvenes atenienses y ayudó a dar a luz a la sabiduría. El método socrático Aunque Sócrates no es un sofista, sin embargo, en algún sentido se parece en la forma pero no en el fondo; cuando recorre las calles de Atenas interrogando por la verdad de las cosas a todo aquel que se cruza en su camino. Las preguntas de Sócrates a sus interlocutores pretendía poner en evidencia que las más de las veces las respuestas no parten del ejercicio de la razón sino de la autoridad o por la memoria, divagando en respuestas huecas. Con Sócrates la filosofía se ve obligada a su fecunda tarea bajo un método basado en el “Diálogo” y que se halla vinculado al desvelamiento de la esencia del hombre, de tal modo que éste se despoje consciente y enteramente de la ilusión del saber. Sócrates es el filósofo del Ágora y como tal dialoga en la plaza pública creando las condiciones idóneas para acogerla verdad. 

 El giro socrático de la filosofía hace que ella se centre sobre el conocimiento interior del hombre y la vida de este mismo en la ciudad: “Nada me enseñan la tierra y los árboles, sino los hombres en la ciudad” (Fedro 230 d) En Sócrates la filosofía se entiende como una búsqueda colectiva y en diálogo, tratando de dar respuesta a uno de los problemas cruciales de aquel momento: la ética.


 Para esto, el método socrático se valdrá de dos momentos: en primer lugar la ironía, que consiste en el arte de hacer preguntas recurrentes; recordándole al interlocutor las deficiencias de fundamentos racionales que sustentaban las creencias anteriores. La ironía tiene la intención de hacer reconocer a los demás su propia ignorancia. Desde el punto de vista pedagógico es un estímulo y una exhortación a la reflexión crítica sobre los asuntos humanos. En segundo lugar, está la mayéutica, (gr. mayeuomai: dar a la luz) palabra que proviene del oficio de Fenárates, madre de Sócrates, que era partera, y que consiste en hacer preguntas de tal modo que el interlocutor descubra la verdad por sí mismo. Debemos dejar bien claro que el objetivo del método “dialectico” de Sócrates es fundamentalmente de naturaleza ética y educativa, es decir, no busca otra cosa que dar cuenta de la propia vida, es un examen del alma, es decir, un examen moral. Un testimonio Platónico refiere: “Cualquiera que se encuentre cerca de Sócrates y que se ponga a razonar junto con él, sea cual fuere el tema que se trate, arrastrado por los meandros del discurso, se ve obligado de un modo inevitable a seguir adelante, hasta llegar a dar cuenta de sí mismo y a decir también de qué forma vive y en qué forma ha vivido, y una vez que ha cedido, Sócrates ya no lo abandona”

 La ignorancia socrática De acuerdo a los diálogos de Platón (Apología de Sócrates), Querefonte, un amigo de juventud de Sócrates, subió al templo de Apolo en Delfos, -en cuyo frontispicio estaba inscrito el axioma: “Conócete a ti mismo”- y se atrevió a consultar al Oráculo con el fin de saber si había entre los hombres alguien más sabio que Sócrates. La respuesta de la pitonisa del templo fue: “Nadie”. Al conocer la respuesta; Sócrates decide averiguar el sentido de ella y se da a la tarea de visitar a los más sabios de Atenas. Luego de recoger sus respuestas descubre que se tienen por sabios pero en verdad no reconocen su ignorancia. Concluye entonces: “Yo soy más sabio que él. En efecto, cada uno de nosotros cae en el peligro de no distinguir lo bello y lo bueno, pero mientras él cree saberlo, yo sé que no lo sé, ni creo poder lograr saberlo. Por este motivo me parece que soy, en algo, más sabio que él” (Apol. 21) 5 El punto de arranque de la filosofía de Sócrates es el reconocimiento de la propia “ignorancia” (nesciencia). El que cree que “sabe lo que no se sabe” es para Sócrates un ignorarse a sí mismo, impidiendo toda reflexión acerca del hombre y su valoración moral. “Conócete a ti mismo”, que se ha conocido como un aforismo socrático, no debe entenderse más allá de una recomendación socrática, de corte ilustrado, respecto a que el hombre se ocupe de su propio perfeccionamiento moral basado en un análisis crítico de sus conocimientos. “Saber que no se sabe es, o sea, adquirir conciencia de tu fin y de tus faltas reales es la primera sabiduría verdadera Para Sócrates, ponerse a sí mismo como problema, es decir examinarse y tener conocimiento de sí mismo, es base propedéutica para una indagación y propicia un programa filosófico por excelencia que impulsa al hombre a buscar su formación personal bajo una perspectiva ética que garantiza el auténtico saber. Con esto, Sócrates pone de manifiesto que la primera condición de todo filosofar es la conciencia de la propia ignorancia y deja abierto el camino hacia el fecundo aprendizaje.


 La moral socrática Mientras los presocráticos colocaban al ser humano dentro del sistema de coordenadas del cosmos, Sócrates desplaza el cosmos al sistema de coordenadas del hombre a fin de encontrar la unidad en la multiplicidad. La investigación socrática se refiere a la vida humana y en torno a ella girarán las conversaciones, indagando sobre la piedad, la justicia, la belleza, el bien, la felicidad. El conocimiento de estos temas no tenía un afán contemplativo ni especulativo, sino que buscaba el perfeccionamiento moral de las personas. Para Sócrates la verdad se identifica con el bien moral, esto significa que quien conozca la verdad no podrá menos que practicar el bien. Saber y virtud coinciden por lo tanto quien conoce lo recto actuará con rectitud y el que hace el mal es por ignorancia. A esta doctrina socrática, de carácter racionalista, se le ha denominado “intelectualismo moral”. La ética socrática se interesa en el conocimiento de la virtud para practicarla en beneficio de la polis. 


Podemos señalar por lo menos tres rasgos característicos: felicidad, virtud, ciencia y el bien; esto último es lo que hace feliz al hombre y resulta de los tres anteriores. a) Felicidad: (eudomonia) Para Sócrates la felicidad es el último bien del hombre y se logra con la práctica de la virtud. No se trata de la felicidad lograda de los placeres sensibles y fugaces, sino aquella serena y estable que proviene de la contemplación de la verdad y que se logra con la práctica de la virtud. b) Virtud: (arete) La virtud se identifica con la sabiduría en cuanto capacidad de autodominio o gobierno de sí (enkratéia), constante, metódica y que resulta de la conquista del espíritu mediante la inteligencia y la voluntad unidas recíprocamente. Debemos sumarle a esto la templanza (sofrosine) entendida como equilibrio, serenidad, moderación, vieja expresión que sirvió a los antiguos pensadores como Sócrates, para no dejarse arrastrar por el poder. 


 Los sofistas, a quienes el pedagogo de Atenas contrapunteó, tenían el afán de poder y dominio; la ética socrática, en cambio, representa la posibilidad humana de una praxis específica que convierta el afán de poderío en la fuerza que transforme la propia naturaleza en naturaleza ética. De este modo la vida socrática, no busca el poder ni el dominio de los demás, no pretende adquirir cosas, ni vencer un destino externo. Más bien renuncia a todo signo de poderío y posesión, e incluso, si fuera necesario, renuncia a la vida misma en beneficio de la virtud y el honor moral. c) Ciencia: Es saber, pero un saber obrar bien. La virtud y la felicidad son una misma cosa y la virtud en el hombre consiste en no ser más que lo que hace que el alma sea lo que debe ser, es decir, buena y perfecta. Ambas, virtud y felicidad, constituyen el auténtico fin que el hombre persigue y estas sólo pueden ser alcanzadas mediante el verdadero conocimiento, que es el autoexamen, la autocomprensión que constata la propia ignorancia elevando al hombre a una renovada conciencia de la propia limitación en un proceso sucesivo de permanente perfeccionamiento

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